¿Por qué se produce una burbuja económica?

¿Por qué se produce una burbuja económica?

La subida anormal y prolongada del precio de ciertas acciones o de inmuebles desencadena una espiral de especulación que acaba destruyendo la economía.

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Fundamentalmente, la causa principal es la especulación. El proceso que se conoce como burbuja económica (también llamada burbuja especulativa, burbuja de mercado o burbuja financiera) empieza cuando el precio de un activo –como las acciones de una compañía– o de un producto –pisos, fincas, inmuebles– sube de forma desproporcionada y anormalmente prolongada durante cierto periodo de tiempo debido a un aumento en las ventas que dispara su valor. Entonces, una ola de nuevos compradores se suma a la marea con el fin de  vender más tarde a un precio mayor y obtener enormes beneficios. Cuando el montante de esas acciones o bienes alcanza cotas prohibitivas, es decir cuando el precio de los productos que han sido objeto de especulación se alejan completamente del valor real o intrínseco del producto, todo el tinglado salta por los aires (lo que en inglés se conoce como crack). Cuando esto sucede, a continuación se produce una caída repentina y brusca de los precios, que pasan de costar cifras disparatadas a descender a niveles muy bajos, incluso inferiores a su valor natural, lo cual deja tras de sí una marea de deudas y de especuladores arruinados. Esto se conoce como crash.
El problema es que este crash con el que finaliza la burbuja económica puede destruir gran parte de la riqueza de un país, muchos puestos de trabajo y crear un malestar continuado entre la población, que pierde poder adquisitivo y calidad de vida. Así sucedió en Holanda en el siglo XVII con lo que se llamó tulipomanía (se produjo una gran especulación con los bulbos de tulipán, que alcanzaron precios desorbitados), la Gran Depresión de los años 30 en Estados Unidos y la burbuja inmobiliaria en Japón en los años 80.

Aún se recuerda especialmente este último episodio que sacudió a los nipones entre 1980 y 1990. En esa época, el país asiático tuvo un altísimo superávit comercial, que fue empleado por los bancos para comprar terrenos y acciones, lo que disparó los precios de estos bienes. Con el dinero ganado en bolsa, los inversores compraban más inmuebles, que multiplicaron su valor por 75 y llegaron a suponer el 20% de la riqueza mundial. Otra de las características de la economía japonesa era su vocación exportadora.

En aquella época Japón alcanzó un alto nivel de producción industrial y sus coches, cámaras de fotos y productos tecnológicos invadieron los mercados. Esto produjo la entrada de enormes cantidades de capital exterior en forma de beneficios. La abundancia de riqueza tuvo mucho que ver en el alza de precios del periodo 1980-1990. Solo el área metropolitana de Tokio valía lo mismo que todo Estados Unidos, y el distrito de Chiyoda-ku, en la capital, valía más que todo Canadá. Solamente si se hubiera vendido el Palacio Imperial, se habría ganado el equivalente al valor de todo el estado de California.

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